los atrios exteriores del Templo; puede que viva meramente en el pórtico del santuario. Un retiro frecuente, o siquiera ocasional, consagrado a la meditación, al examen propio, a la lectura de la Palabra de Dios, y a una oración en privado, pueden dejar paso a cierta clase de piedad exterior y enfática. Las reuniones públicas y de comités, las sociedades religiosas, los compromisos laborales y profesionales, guardar una apariencia religiosa; todo ello, aun cuando tenga su importancia en un segundo
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